domingo, 25 de enero de 2009


El viernes fue el comienzo de la lluvia de agosto en mi cabeza, me acorde tanto de las sales y el deseo de partir de san Luis con esa danza curiosa y esa música de hemisferio  izquierdos, me acorde de el lugar secreto: el puente donde alguna vez me senté a mirar carros desde lejos, nunca logre escupir demasiado fuerte para que mi saliva chocara con ese puente, pero lo más curioso de ese día de mares pasados y memorias, fue esa sonrisa que me dio al conocer la furia de la música, esa música que nos rompía la atención y mismo modo nos conectaba con esa sensación de alivio, de no perder las ganas de seguir en el mismo juego, sigo apostando que yo me voy a ir primero de san Luis, y no porque no tenga lugares donde estar, no porque no sueñe con los laberintos y los bares de dudosa claridad, sino que busco un instante de locura que las letras me hacen, ese reventar las tripas y las venas, esas cargas de nostalgia por conocer el cielo de Etiopía y el sabor del viento de una ciudad contaminada, y el pensar no me detendré en el abismo del ruido, seguiré en busca de mi propio sonido de ilusiones y letras para hacer mi cuento, la historia que solo yo conoceré, el relato, no detendré aunque me sangre la nariz y se rompa el silencio en la espalda, no detendré porque no habrá más buenos en mi vida y no abra resignación, de todos modos no tengo nada que perder

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