jueves, 9 de septiembre de 2010


Soy extrañamente fetichista, no soy de la clase de chica que se enamoraría de alguien solo porque le regalen rosas o girasoles aún siendo mi flor preferida, porque no me gustan que me regalen cosas muertas. Me enamoro de los fetichistas, eso pensaba cuando fui al museo de la máscara, tengo algo con las máscaras que pueda simbolizar algún personaje, o quizás me gusten los personajes, aquellos que tienen delineados un nombre y una personalidad basada en símbolos cotidianos, pero eso si que tenga algo de perversos, mentiras, ocultos y se escondan del mundo, que solo salgan en la noche, que vivan bajo la mirada de lo incierto.
Pero sé que me gusta las máscaras que parecen sacadas de los sueños de algún demente, las de asesinos, las de vagabundos, espantapájaros, de culturas antiguas, de miedos, de demonios, ángeles, de niños, espectros, de humanos que no parecen humanos, me gustaría tomar una y sacar ese lado perverso que tengo, o aquel lado solitario, humano, extraño, amable, sonriente, ambivalente o representar alguien que no sé quién es, algún persona de mis sueños o de la vida no real que desprende de mis pensamientos. Me gusta esa fantasía que la máscara tiene
Pero ese descubrimiento también abrió una cajita de mis ideas, me gustan los baños que tengan una arquitectura diferente, desde que tenía 15 años descubrir esa afición, me gustaba mucho el baño de la biblioteca militar, los relieves, las paredes, la forma la decoración hacían que la atmosfera me transportara a otra época, lo mismo me ocurrió con otros lugares, bares, casa, situaciones.
No sé si sea solamente un fetiche o solo un gusto, una manera de entenderlo o quizás sea. Lo que sé es que Mi mascara es la sombra, el dibujo aislado, el discurso y las canciones, el mundo de los ruidos, los gritos, las sonrisas y los girasoles y que me gustan mucho esas representaciones, por eso seguiré visitando museos, tocando máscaras y construyendo memorias en los baños.

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